En 1768 el templo catedralicio se abre al culto tal y como lo conocemos hoy. Tan sólo faltaría por terminar las torres y el exorno de las capillas de la zona nueva. No es fácil para Ramos afrontar esta fase de construcción; problemas económicos y cierta desconfianza por parte del Cabildo impiden que las obras avancen a un ritmo superior. A pesar de las restricciones se continúan afrontando intervenciones muy concretas en el interior del templo: se terminan por dentro los cubos, se colocan ventanas y vidrieras, se instala la solería en las naves nuevas y Capilla Mayor, se encargan los órganos y se le ponen verjas a la Puerta de las Cadenas y del Sol.