En 1782, poco antes de la muerte del Maestro Ramos, se paralizan las obras de la Catedral. El conde de Floridablanca decide eliminar cualquier aportación económica al templo, después de sobrepasar con creces la cantidad autorizada por el arbitrio. Quedan por levantar las sacristías, los remates y estatuas de la fachada y laterales, una de las torres, toda la circunvalación de la zona superior, el panteón, la Sala Capitular y el Patio de los Naranjos. La invasión napoleónica y las sucesivas desamortizaciones después, impiden que las obras continúen a lo largo del siglo XIX.